Chico y Rita

Personajes deshuesados

El retorno a la animación tradicional es muy celebrado en el Reino de Tururú: El Secreto de Kells, la muy recomendable “El Ilusionista” o este título de Trueba y Mariscal demuestran que el género sigue vivito y coleando. Chico y Rita promete mucho, tal vez demasiado: un buen director, el –supuesto- talento artístico del creador de Cobi, el piano de Bebo Valdés y una historia de amor de largo recorrido, a caballo entre La Habana previa a la revolución castrista y la Nueva York de los años cincuenta. Un buen intento, muy bienvenido, que resulta bastante entretenido, y que contiene algunas piezas musicales a recordar, aparte de los cameos animados de grandes del jazz como Gillespie o Charlie Parker. Sin embargo, los dibujos de Mariscal no terminan de irle bien a la historia: el estilo a medio hacer, curvilíneo y a veces chapucero, con esos personajes deshuesados y esos fondos de caricatura, no le va al paisaje rectilíneo de Manhattan ni al clasicismo de los años cincuenta. Si consigues acostumbrarte al estilo desgarbado de la película, aún habrá que sortear los bandazos de un ordenador mal utilizado y la voz de Idania Valdés cantando temas clásicos (que no está del todo mal, pero tampoco es para tirar cohetes). Un buen intento este Chico y Rita, que, seguramente, se hubiera beneficiado de una mayor presencia musical, al estilo de Calle 54, y de menos concesiones a la galería (esa escena innecesaria, del todo comercial, de la persecución en coche). Lástima, aunque el conjunto bien se merece un visionado, sobre todo si os gusta el jazz latino y las historias de amor de corte imposible.
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Lo mejor: la música.
Lo peor: que sea tan escasa.

Esta imagen no está mal. El problema es el movimiento: Mariscal es un diseñador gráfico, y sus imágenes son estáticas. Darles vida es tarea difícil…