Se acaba de celebrar el certamen "Getafe negro", sobre novela policíaca y, de rebote, y ésto es cosecha propia, cine negro. Un servidor se ha presentado al concurso de microrrelatos: 150 palabras, a comenzar con una frase predeterminada, inspirada en las novelas (y ahora películas) de la saga Millenium. Lo transcribo aquí para la posteridad.
La recompensa
La sangre sobre la nieve es más roja. Y tan fría. Avanza despacio, mana a borbotones de ese cuerpo tendido tembloroso, y se filtra como un recuerdo difuso por entre los copos de hielo y muerte, reflejando la imagen de una silueta de mujer (la de ella, la de quien me volvió loco). Siento el escalofrío de sus besos, miro esas piernas retorcidas que ya no han de moverse. Siempre me pregunté qué cruzará por la cabeza en ese momento último, qué vuela con el último vaho de los labios amoratados, y hacia dónde. Ha llegado ese día. He tenido por fin mi justa recompensa, soy pagado con la misma moneda que yo usé. Era cuestión de tiempo. Baño mis dedos en ese río helado por el que se escapa mi vida, y sonrío.
Pues yo también iba a participar en el concurso, y me guardé el microrrelato (es micro por su pobreza, no por su tamaño) para publicarlo a última hora, antes del quince de octubre, que era la fecha límite.
ResponderEliminarUna mañana llegué a la oficina, pregunté qué día era y me contestaron que dieciséis. A lo que sólo pude responder: mierda.
Lo publico en este foro para que salga a la luz. Hala.
Que haya suerte.
Siberia
"La sangre sobre la nieve es más roja", pensé, aunque eso no tenía sentido. Al anterior ya lo habían sacado a punta de fusil y del pabellón contiguo llegaban sus gritos. En breve sería mi turno. Dije en voz alta, pero temblorosa: "camaradas, de mí no conseguirán nada". Los que habían vuelto -desechos más que hombres- ni siquiera levantaron la cabeza, por no tener fuerzas o por vergüenza. El guardia me empujó fuera. Mientras caminaba hacia el barracón pensé en navajas, dientes que se arrancan, cigarrillos, cuchillas de afeitar, botas militares. Nunca he confiado en mi fuerza de voluntad, siempre en mi inteligencia. Salí corriendo. Oí gritos y ladridos. Los dos primeros disparos erraron o fueron al aire; al caer al suelo sólo sentí mucho calor en la espalda. Lo último que vi fue mi sangre sobre la nieve, más roja que el silencio helado y que mi triunfo.
Curioso que, tanto tu relato como el mío, sean tramposos en el sentido de que es el narrador quien está muriendo, y dudo mucho que hubiera tenido tiempo de escribir todo eso mientras se desangra sobre la nieve... Una de mis obsesiones literarias es la del narrador-presente (puesto que no puede haber un narrador ausente y veraz al mismo tiempo), pero como este es un blog que pretende ser de cine, pues nada, otro día lo hablamos.
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