24/7/10

La Columna de Corto

Menos mal que nos queda Corto en este desierto bloggero que es el verano. Por cierto, elevando el listón con el mismísimo Buñuel. Gracias, Corto.

Los estilitas.

Hace varios meses ocurrió que, en una obra en el centro de Pozuelo, un operador de grúa se encaramó a su herramienta de trabajo reclamando el pago de su salario, que debido la crisis, a los ayuntamientos y a los concursos de acreedores, no había recibido. La imagen del gruista subido a su metálica columna traerá a la memoria de cualquier cinéfilo, o por lo menos de este aficionado, al Simón el Estilita, o Simón del Desierto, de Luis Buñuel.

Aunque es dudoso que el operario se haya inspirado en el personaje de Buñuel para idear esa extraña y genial forma de reivindicación, hay relación entre ambos. Como Simón, este hombre utiliza un forma de manifestar su descontento (o, en el caso del santo, su delirio) que genera sorpresa y llama la atención de sus paisanos; éstos al principio le prestan voz y oído (lo que, en la moderna sociedad de los media, significa que sale en el telediario), pero igual que a Simón, al cabo de un tiempo el público le abandona y le dejan de hacer caso. Semanas después de la performance del obrero, de que un juez ordene que se le proporcione alimento y bebida, pero no que se le baje por la fuerza; de que un psicólogo le atienda, la obra, veinte metros más abajo, sigue su curso, y al cabo de un tiempo ya nadie pregunta por el operario, quien seguramente sigue ahí arriba, pero ya se sabe que, como dijo el también semiolvidado T.H. White, pasada la adolescencia, el ser humano adulto rara vez mira hacia el cielo.

Por aquí sorprende e incluso conmueve un punto la protesta del pozuelero. El Simón del Desierto buñuelesco tenía al diablo para tentarle (y, claro, hacerle un poco de compañía), pero cabe dudar de si este moderno estilita, que ha pasado a ser de buñuelesco a berlanguiano, tenga otra compañía que el sol de Castilla. Simón del Desierto tenía como premio la gloria eterna de un Dios que no aparecía por ninguna parte, y como castigo la condenación de la mano de un diablo omnipresente, tentador, femenino y para decirlo todo, bastante razonable. Nuestro moderno penitente, para su desgracia, es posible que no tenga premio alguno, ni siquiera el de cobrar lo que es suyo, y esto sería justicia y no premio; cabe que al operario solamente le quepa el castigo y la desgracia. Hasta el diablo sería un consuelo en este caso.


Podría decirse que una noticia de poco fuste-casi un eco de sociedad- no cabe en este bitácora, que el objetivo de esta página es otro. A modo de caprichosa justificación, y al margen del caso humano, uno diría que este tipo de sucesos sirven para reflexionar sobre la extraña relación entre cine y realidad, o más generalmente hablando, sobre la relación entre narración y vida. Hay dos opciones: uno, el gruísta es un cinéfilo como nosotros, y Buñuel le ha inspirado. Esta hipótesis adolece de simplismo, y tiene además el inconveniente -para este autor- de no justificar este escrito. Dos: Buñuel tomó una historia mítica, la adaptó a su personalísima visión del mundo, y además uso el énfasis, intuitivamente, en lo irracional, lo absurdo del gesto de decidir vivir subido a una columna; un acontecimiento que luego ha aparecido en la realidad, que como todo el mundo sabe, también es irracional.

 
Dicho de otra forma: el mito de San Simón es interpretado por Buñuel, que lo cambia y le aporta nuevos contenidos; pero luego ese mito es reinterpretado por la realidad, que le da otra vuelta de tuerca, y hace que no podamos volver a ver "Simón del Desierto" sin acordarnos retroactivamente del gruísta desesperado y de toda su surrealista (perdón, berlanguiana) historia. Para concluir, diríamos que la realidad imita al arte, pero como eso ya está dicho y no deja de ser un lugar común, mejor no digamos nada. Y miremos hacia arriba de vez en cuando.





1 comentario:

  1. He visto la película aunque se me hizo un pelín pesada. Respecto al operario y demás reflexiones, me resisto a manchurrear el blog (confirmo en la RAE que manchurrear no exite) con la filosofía de fin de semana, que es la única que tengo a mano... aunque me congratula que huelgas de hambre y manifestaciones del estilo no consigan nada, la verdad.

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