Embelleciendo la ciudad

Scarlett Johansson

La cadena Mango (o, como a mí me gusta llamarla, Mng -pronunciese Maanhgj) inunda nuestra querida y vilipendiada ciudad de Madrid con cientos de carteles de su nueva colección, en la que una retocada pero arrebatadora Scarlett Johansson se nos presenta con un vestido blanco, medias negras, taconazos y chaqueta de corte estrafalario. Por cierto que se apoya sobre una silla, en postura imposible, imagino que en el momento justo antes de caerse. Yo no oculto mi debilidad por esta danesa-americana, bajita y explosiva, de formas generosas, labios de rechupete y rostro imperfecto. Hay incluso quien dice que es fea (mujeres envidiosas, claro), pero reconozco que no es precisamente Elizabeth Taylor -prototipo desgracidamente olvidado de mujer guapa, guapa-. La Johansson supura sexualidad y morbazo por los cuatro costados (como hemos podido ver en Match Point, en plan mujer fatal, o en Lost en Translation o La Joven de la Perla en plan inocente). Niña prodigio en aquella peli de título larguísimo de Robert Redford, circulan por ahí algunas fotos suyas como la Viuda Negra en Iron Man 2 que quitan el hipo. Scarlett tiene por ahí un par de discos en los que intenta cantar (el primero, de versiones de Tom Waits, es un disco malísimo, mal que me pese). Yo no sé por qué estas mujeres sex-symbol, ya sean actrices o modelos, se empeñan en ser algo más que una cara bonita, y proclaman a los cuatro vientos que, además de ese físico fantástico, ellas son inteligentes y saben actuar y cantar y les interesa la política y los sonetos de Shakespeare. A mí todo eso me parece como si el científco que descubrió la vacuna del tétanos empezara a gritar por ahí que él también es guapo, o que es un amante de excepción. Qué gran hipocresía la de esta sociedad, en la que el físico es tan importante, pero que por envidia castiga y menosprecia al que ha sido muy bien dotado por la naturaleza. Yo que nunca me cansaré de admirar a Marylin, no se me ocurriría detestarla porque no supiera matemáticas, y si me cruzo con Scarlett una noche no la echaría de la cama porque su conversación no esté a la altura. Scarlett, te queremos, te admiramos por que estás como un queso, y no nos importa si eres tonta o no, y por supuesto, no hace falta que sepas cantar.