¿En qué otra película podemos encontrar una bañera que anda, una muñeca de trapo que se cose un brazo a sí misma, un alcalde con dos caras que se alternan según su estado de ánimo, un malvado saco de gusanos aficionado a los dados y a la ruleta, un esqueleto cantarín, larguirucho y egoísta vestido de mafioso, un perro-sábana con una bombilla roja por nariz, un inventor gruñón que se levanta la tapa de los sesos (literalmente) para rascarse el cerebro, una corona de muérdago que cobra vida y ataca a las abuelitas, una tríada de niños malvados ocultos bajo máscaras venecianas, un carro conducido por esqueletos de renos reanimados cuan monstruo de Frankenstein, una banda sonora perfecta de Danny Elfman o el secuestro del mismísimo Santa Claus? Es una película para ver varias veces, disfrutar de los pequeños detalles y dejarse llevar por la música (y lamentar que Oogie Boogie no sea el protagonista en lugar del soso Jack Skeleton) y por supuesto ver en V.O.S. Sacudida por un merchandising incesante post-mortem, me es difícil recordar cómo fue aquella vez en el cine hace ya quince años (seguramente se me hizo un poco pesada, porque, después de la sorpresa de la imaginería y el bombardeo de creatividad de la escena de apertura, es imposible que no decaiga, con una historia además tan tontorrona), pero es desde luego el diseño de los personajes y ese contraste de luz gris y negra y roja lo que la hace única. Sin embargo, copia a una película del 67 que es muy poco conocida, que se llama Mad Monster Party, que también es musical, y que tiene una animación más rústica y por lo tanto con un encanto especial. Ya le dedicaremos algunas líneas un día de éstos. Con respecto a las aventuras del chico de Halloween que quiso ser Santa Claus, no sé si debemos dar las gracias a Henry Selick o a Tim Burton; claro que desde que el marido de Miss Bonham-Carter hizo ese remake "maravilla" de El Planeta de los Simios, me inclino más por el primero, que, además, ha hecho Coraline él solito. El bueno de Tim anda dando bandazos como siempre, yo creo un día le pusieron el secador demasiado fuerte en la peluquería, y es que pretender ser un clon de Robert Smith es peligroso, que se lo digan a Bitelchús.
A vueltas con el lore
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Uno de esos palabros anglicistas, tan caros a generaciones que determinan
su libertad de expresión a cuantos órdagos sean capaces de exhortar a eso
q...
Hace 2 horas
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