Gran Torino
Ésta es una de las películas que más me ha hecho pensar últimamente, sobre todo porque aún no he decidido si me gusta o no. Es extraño todo, primero porque es una película hecha con dos duros, en cuatro semanas, pero que tiene pinta de superproducción, quizá por ese cartel de Eastwood con el rifle, no sé. El guión parece improvisado, los actores no son profesionales, el personaje principal pasa de ser un gruñón a querer a sus vecinos casi de un salto, y hace un retrato de las bandas callejeras que parece irreal, aunque puede ser cierto (que espero que no, porque los cuatro amiguetes llevan armas que ríase usted del final de Grupo Salvaje). Al principio espera uno encontrarse con el típico personaje duro durísimo de Clint, tipo Harry el Sucio, y, a medida que avanza la película, con el justiciero Jinete Pálido (los que la hayáis visto, sabréis que está más cerca del segundo que del primero, por razones obvias). Da la impresión en todo caso de que en esta especie de testamento cinematográfico (porque es ésta su última película como actor) hubiera querido limpiar sus pecados, como si domesticara la violencia de sus películas anteriores ofreciendo otra alternativa, que en realidad no es tan distinta aunque lo parezca. En todo caso, yo prefiero la honestidad de William Munny (Sin Perdón es irrepetible, y es una pena), un tipo que no puede escapar a su destino, un borracho, un asesino que sólo así es respetado. De ese personaje magistral, en el que conviven el canalla y el piadoso, el porquero maltratado y el temido por todos, no queda ni rastro en Gran Torino, si acaso un poco del Sargento de Hierro, diluído como el azúcar en una mezcla de razas y mamporros que no me convence. La mirada de Eastwood sigue estando ahí; eso ya debería bastar para que merezca la pena dedicarle dos horas a esta cinta. Y si no, siempre podemos poner otra vez en el DVD los Puentes de Madison a ver si por fin Meryl Streep se decide a abrir la puerta.
Ésta es una de las películas que más me ha hecho pensar últimamente, sobre todo porque aún no he decidido si me gusta o no. Es extraño todo, primero porque es una película hecha con dos duros, en cuatro semanas, pero que tiene pinta de superproducción, quizá por ese cartel de Eastwood con el rifle, no sé. El guión parece improvisado, los actores no son profesionales, el personaje principal pasa de ser un gruñón a querer a sus vecinos casi de un salto, y hace un retrato de las bandas callejeras que parece irreal, aunque puede ser cierto (que espero que no, porque los cuatro amiguetes llevan armas que ríase usted del final de Grupo Salvaje). Al principio espera uno encontrarse con el típico personaje duro durísimo de Clint, tipo Harry el Sucio, y, a medida que avanza la película, con el justiciero Jinete Pálido (los que la hayáis visto, sabréis que está más cerca del segundo que del primero, por razones obvias). Da la impresión en todo caso de que en esta especie de testamento cinematográfico (porque es ésta su última película como actor) hubiera querido limpiar sus pecados, como si domesticara la violencia de sus películas anteriores ofreciendo otra alternativa, que en realidad no es tan distinta aunque lo parezca. En todo caso, yo prefiero la honestidad de William Munny (Sin Perdón es irrepetible, y es una pena), un tipo que no puede escapar a su destino, un borracho, un asesino que sólo así es respetado. De ese personaje magistral, en el que conviven el canalla y el piadoso, el porquero maltratado y el temido por todos, no queda ni rastro en Gran Torino, si acaso un poco del Sargento de Hierro, diluído como el azúcar en una mezcla de razas y mamporros que no me convence. La mirada de Eastwood sigue estando ahí; eso ya debería bastar para que merezca la pena dedicarle dos horas a esta cinta. Y si no, siempre podemos poner otra vez en el DVD los Puentes de Madison a ver si por fin Meryl Streep se decide a abrir la puerta.
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