23/9/09

Mala baba espacial

Alien
Hace poco veía el montaje del director de este auténtico clásico de Don Ridley, aunque no he notado grandes diferencias con el original. Si acaso, que la caja del DVD era más bonita, mínima metáfora de estos tiempos que corren, con fachadas cada vez más lujosas y menos contenido. El octavo pasajero de la Nostromo es un tipo de lo más peculiar. Nace de un huevo gigante maloliente con la forma de un cangrejo blancucho, y, después de anidar en la cara del pobre John Hurt (que ha de ser siempre recordado por esa película después de haber rodado otras 60), se muda al esternón y, en el tiempo récord de dos días, se tranforma en un bichejo de aspecto metálico y dientes de sierra (buenísima la parodia en La Loca Historia de las Galaxias de Mel Brooks). No contento con eso, el pequeño esperpento, una especie de David el gnomo cabreado y espídico, se oculta entre los recovecos del transporte estelar, y en un rato se convierte en un monstruo baboso de tres metros, lengua asesina, cola punzante y ácido en vez de sangre, sin que para tanta mala leche haya explicación ninguna (porque ni se come a la gente, como en Tiburón, ni hay de por medio una venganza como en El Cabo del Miedo o similar). Suponemos pues que se trata de un alienígena cabezón y psicópata, al que Sigourney Weaver y demás pandilla le han caído gordos. En las secuelas (que son apreciables, sobre todo la de James Cameron) se nos explica algo más de tan peculiar raza, como si del águila culebrera de Despeñaperros se tratara. En todo caso, el monstruo es lo de menos, lo que importa es la tensión y el travelling a través de los pasillos. La película es vibrante y, aunque avanza un poco a saltos como Blade Runner, está a años luz de otras castañas del género que han venido perpetrándose en los últimos años. Mención especial para la criatura de H.R.Giger, ese gigantón de lengua de titanio con ojitos, de inspiración recargada y gótica, que se queda corto si lo comparamos con las pesadillas que este hombre debe llevar en la cabeza. Éso sí, a mí la que me gusta es la escena final; intuyo que ocurre algo alrededor de la ropa interior minúscula de la Weaver, pero, ¿el qué? No sabía yo que no se puede hibernar en pijama. Cuánto desconocemos del espacio.
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