20/6/10

Hopper, Douglas, Ozores y mis abuelos

Divagaciones y homenajes.
Estos días he estado en España, país que añoro pero que me asusta, con esa capacidad increíble para la autocomplacencia y la flagelación: somos los mejores en deportes, pero el peor país para vivir, y no dudaremos en sacarnos los ojos los unos a los otros discutiendo sobre quién tiene la culpa de la crisis, en lugar de remar todos a una o simplemente reflexionar un poquito sobre el origen de las noticias que leemos, o sobre los intereses que están detrás. Me apena leer los periódicos y sus apocalípticos titulares, sobre todo comparados con la prensa de Reino Unido que, pese a la fama de sensacionalista, sabe muy bien, primero, que el alarmismo no es la solución a los problemas, y segundo, que los partidos en la oposición no son nadie mientras el pueblo no los coloque de vuelta en el poder, con lo cual la crispación política se reduce a cero. Y éso es bueno. En fin, así estamos.

Quería escribir estos días sobre Dennis Hopper y sobre Antonio Ozores, que nos han dejado en este aciago año 2010 (junto con Saramago, que vendría a cuento en este blog por las adaptaciones al cine que se han hecho de sus novelas). También quería escribir sobre el nieto de Kirk Douglas, condenado a cinco años de prisión por tráfico de drogas, último eslabón de una familia de adictos a lo que se tercie (fundamentalmente, al sexo y al alcohol, lo mismo el abuelo que su hijo Michael). Con esta idea andaba hasta que me llamaron desde Madrid, con la noticia del fallecimiento de mi abuela. Mientras estaba en el velatorio pensaba yo en mis post sobre estos personajes: la vida de excesos de Dennis Hopper, las películas barriobajeras de Ozores, los ingresos en clínicas de desintoxicación de Michael Douglas. Todos ellos, actores famosos, personajes admirados con devoción muchas veces monárquica, pero de vidas privadas poco gloriosas, quizás aún más llanas que las de la gente de la calle. En contraste con ellos, las vidas anónimas resultan mucho más honestas, mucho más heroicas pese a dicho anonimato.

Este post es un pequeño (pero emocionado) homenaje a mis abuelos. Supervivientes de una guerra civil horrible, sufrieron durante muchos años privaciones de todo tipo (quizá la más importante, la privación de la libertad y el chantaje político durante cuarenta años de dictadura). Pasaron hambre para que sus hijos no la pasaran, hicieron lo posible para que estudiaran, (algunos, los menos), o para que pudieran simplemente llevar un vestido remendado y encontrar un marido. A dos de mis abuelos ni siquiera les conocí, víctimas del desgaste y las precarias condiciones de salud. Admiro, en todo caso, esa generación que escapaba del analfabetismo, que añoraba la democracia, que vio morir a sus hijos pequeños porque no tenía qué darles de comer. Admiro su templanza adquirida tras tantos duros años, y esa tranquilidad (la que se obtiene cuando no es necesario demostrar lo que se sabe, encontrarse al final del camino, comprender que lo hecho, hecho está, y que no era tan importante). Frente a las vidas disipadas del lujoso Hollywood actoral, se me antojan éstas mucho más interesantes, acaso gloriosas en su honestidad y en el acto (que parece sencillo) de sacar adelante una familia en tiempos difíciles.

Lo peor, lo peor de todo, es que las más de las veces se escapan los abuelos sin que hayamos pasado con ellos apenas unas horas, sin que las hayamos aprovechado, porque estábamos tan dentro de nosotros que no nos detuvimos a preguntar. Se escapan sin haberles dicho que les queríamos o que les admirábamos, sin confesarnos qué fue lo que más recuerdan, sin pedirles consejo. Se escapan, como el tiempo, como todas las cosas, sin que nos demos cuenta. Qué putada.
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Vaya desde aquí mi reconocimiento para todos ellos, que lo cortés no quita lo valiente. Cuatro homenajes en uno. Impresionante.

2 comentarios:

  1. Aquella generación que padeció una guerra, con sus hambres y miserias, han tenido siempre una fortaleza especial, propia de los supervivientes que saben del pasado y abrazan el presente como un regalo. Un abrazo.

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