17/5/10

Invasión de buen cine

La Guerra de los Mundos
Es curioso ese sobrenombre de Spielberg, el Rey Midas de Hollywood, y esa etiqueta de director taquillero que recibió hace ya tantos años, aunque sea falsa. Sólo unas pocas películas de su filmografía son fáciles, las menos. En general, es un director oscuro, mucho, con escenas de tremenda violencia muchas veces, de terror, de personajes completamente locos. Spielberg está obsesionado con demostrar la bondad del ser humano, pero a la vez está fascinado por su oscuridad, por todo el mal que el hombre es capaz de hacer. Traicionado por esa fascinación, cada vez se cree menos sus héroes, y éstos van perdiendo fuerza a favor del horror. Bajo “La Guerra de los Mundos” se esconde precisamente éso: con la excusa de demostrar todo lo que un padre es capaz de hacer por sus hijos, se nos muestra un viaje hacia el horror y la locura; no solamente el que reparten las máquinas de guerra alienígenas (con su aparición apabullante, en unas escenas magníficas, seguramente nunca igualadas) sino -y especialmente- el de la gente que trata de escapar: la pelea por el último coche, o el personaje de Tim Robbins (actor que, literalmente, ensombrece al mediocre Tom Cruise, ya que el director se encarga de que Cruise aparezca en la sombra, dejando el protagonismo para Robbins). Las escenas de supuesto heroísmo carecen de la fuerza de la subida al ferry o, por supuesto, de esa puerta que se cierra tras el padre mientras la niña canta una canción ridícula. Cinta con altibajos, con un final bastante flojo, como bastantes más en la filmografía de Spielberg, la película demuestra una vez más varias cosas: que la marca Spielberg no es solamente él, sino también el grandísimo director de fotografía Janusz Kaminski, el oscarizado montaje de Michael Kahn, las soberbias partituras de John Williams, los efectos especiales de ILM siempre soberbios, y la producción de sus fieles. Y eso ya es mucho; pero, por si fuera poco, detrás de la cámara tenemos a un narrador superlativo, cuyo talento visual y su repertorio parece inagotable. Cada una de las escenas de esta película ha sido trabajada con un propósito: el encuadre, la composición, el movimiento de la cámara, la iluminación. Todo huele a la marca Spielberg, no el Rey Midas de Hollywood, sino el creador, el artista del séptimo arte, heredero aún en activo del lenguaje visual del cine mudo y de la narrativa de los grandes directores de la historia del cine.


3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con lo que describes en este post. A mi me pareció una película bastante decente y solo me chirrían un par de cosas. El hijo adolescente con ganas de liarse a leches con los invasores y ese final edulcorado en donde se encuentran intacta la casa de los abuelos, como si no hubiera pasado nada... y también al niñato de las leches.

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  2. Creo que es una película que empezaba muy muy bien...pero que iba perdiendo fuerza y ese hijo resucitado....buffff....
    una película buena pero fallida

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  3. Sobre los finales fallidos de Spielberg se podría escribir un libro… También respecto a la relación padre-hijo que tanto le obsesiona. Es curioso que la trilogía de ciencia-ficción que rodó en la década del 2000 gira en torno a este tema, las tres películas; si bien en Minority Report el padre no consigue reunirse con su hijo y en A.I. la reunión (en este caso madre-hijo) ocurre de una manera irreal (cargándose la película por cierto). Era justo que en la más oscura de las tres se le diera una pequeña alegría al sufrido público… Pero vamos, que yo por pedir, no sólo no hubiera resucitado al hijo, sino que hubiera puesto a Harvey Keitel en lugar de a Tom Cruise y hubiera matado al personaje hacia la mitad…

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