18/1/10

Historias de amor de la vida real

Susan Sarandon y Tim Robbins se separan
Nada es para siempre, y si no que se lo digan a las parejas de Hollywood que han sido (o, mejor dicho, que han dejado de ser). La historia del star-system americano, a falta de otros, está trufada de infidelidades, divorcios multimillonarios, bacanales a bordo de veleros míticos, seductores, arpías, suicidios, drogas, matrimonios que se dan una segunda (y tercera) oportunidad, homosexualidad escondida, muertes inexplicables, desengaños y frustraciones, excesos, rencores, y, más recientemente, videos porno robados, adicción a las compras o a las discotecas, adopciones en masa de niños del tercer mundo, en fin, etcétera, etcétera. Un filón inagotable oiga. Uno podría preguntarse qué tiene Jennifer Aniston que no tenga Gwyneth Paltrow (endemoniado nombre, pardiez), o si Calista Flockhart vale los tropecientos millones que le costó el divorcio a Harrison Ford. El caso es que sólo unas pocas parejas de Hollywood se escapan de esa tónica, y una de ellas era la de Tim Robbins (hábil director, gran actor) y Susan Sarandon (bella, brillantísima actriz). En realidad, a los famosos no les ocurre nada extraño, nada que, en realidad, no nos haya pasado a los demás. Una vez que el conservadurismo (la Iglesia sobre todo, la tradición de las buenas familias, y la dependencia económica y social de la mujer al esposo) ha desaparecido, no nos quedan ataduras para mantener una relación más allá de lo necesario; es decir, que una vez que la química se acaba, no nos quedan razones morales o materiales para no decir adiós en busca de una nueva oportunidad, en forma de persona maravillosa que parezca (o que sea, por qué no) la definitiva. Estoy seguro de que ha de haber un truco para mantener la pasión y el amor, aparte del miedo. Sarandon y Robbins, al igual que otra pareja mítica del cine español, Imanol Arias y Pastora Vega, parecen haber tirado la toalla recientemente, pese a que lo estaban haciendo muy bien. La lección que de todo ésto obtenemos es muy clara: no comáis palomitas en el cine, porque molestáis a los demás, dan sed y engordan muchísimo. O, traducido: no hay ninguna conclusión, porque esta vida no hay quien la entienda, y al amor, menos.

Los búfalos de Durham: yo tenía unos calzoncillos como esos (¿o no?)

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