Los viejos boxeadores nunca mueren

Rocky Balboa

Me tropiezo un viernes por la noche, en estado de K.O. después de la semana laboral, con Rocky Balboa, la sexta parte (si no me equivoco) de la franquicia de boxeo más famosa del cine. Si bien la oscarizada primera parte no estaba mal del todo, las secuelas se fueron depauperando, hasta el punto de que no merece mucho la pena sacarle punta a esta -por el momento- última entrega. Stallone, su cuerpo viejuno y su cara deformada, intentan estirar el asunto hasta límites insospechados. Un ancianete de sesenta años intenta mantener el tipo, a base de comer huevos crudos y correr un par de horas al día, frente a un chaval a tope de esteroides que pesa cien kilos y pico y que tumbaría a una vaca de un mamporro. Nosotros nos lo tenemos que creer. Por el camino, este gran pensador nos da consejos sobre la vida y la familia; pero no muchos, porque la película es un combate tontísimo de más de una hora, tontísimo e increíble claro. Aviso para incautos e inocentones: el boxeo de las películas de Rocky es tan de mentira como la lucha libre del Pressing Catch: un directo de Thysson como los que se ven en los combates de esta franquicia bastaría para matar al contrario, sea el Potro Italiano o quien sea. Rocky recibe como ésos cien por película por lo menos; total, más de 600. No me extraña que se le haya quedado esa cara.