Quemar Después de Leer
Desde Muerte entre las Flores, allá por 1990, los Coen no han vuelto a hacer una película redonda, qué lástima. Personalmente, esa mezcla oscura en la que los momentos de extrema violencia se alternan con la carcajada más inocente no me va mucho, y menos aún, ese límite que suele estar presente en sus películas, en el que no sabe uno si reír u horrorizarse. En esta Quemar Después de Leer se repite el esquema que a mucha gente gusta de Fargo: esos criminales de pacotilla a los que la jugada les saldrá mal, con personajes que caen simpáticos, que están completamente locos, y que en un momento dado empezarán a matarse los unos a los otros, como única solución a sus conflictos. Al respecto de este último punto, y como yo soy de natural sensible (aunque no lo parezca) cada pie metido dentro de la picadora y cada asesinato a hachazos que se nos muestra me provoca un inmediato distanciamiento de la película, y a la hora del examen, dos puntos menos. Sin embargo este acercamiento a la violencia medio en broma, medio en serio, es cada vez más frecuente; pero bueno, no hagamos sangre en éso (nunca mejor dicho) porque yo parezco ser el único blandito en mi cruzada contra las escenas de violencia explícita que vacas sagradas del cine americano como Scorsesse, Tarantino, los Coen e incluso Spielberg añaden a algunas de sus películas, imagino que, desgraciadamente, con fines comerciales. Pero bueno, es la sociedad, uno le compra el Gran Theft Auto a un niño de 10 años y luego se sorprende de que le pegue al vecino con un bate de béisbol para robarle 20 euros. Bueno, a lo que íbamos, Quemar Después de Leer es una cinta de personajes bien definidos, con una historia un poco pillada por los pelos y un final no resuelto. Bajo la apariencia de película amable, ya la música nos avisa de que van a suceder cosas terribles; pero es curioso que, con esos señores paranóicos, adúlteros, medio idiotas, agentes del gobierno ineptos, todos ellos rastreros; es curioso que pese a todo sean los caracteres tan reales, tan creíbles. En fin, entretetiene y, lo mejor, sólo dura hora y media. En alguno de mis post tendré que reivindicar las películas de noventa minutos, que en paz descansen.
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