Man on Wire

Malabarismos de altura

En 1974, Philippe Petit, equilibrista francés indómito y un poco chiflado, decide cruzar sobre un alambre desde una de las Torres Gemelas hasta la otra, en lo más alto del World Trade Center de Nueva York. Man on Wire recoge esa odisea desde el punto de vista de sus protagonistas. Es un documental extraño, que a veces sabe a poco, pero que otras, sin darse uno cuenta, se eleva hasta la épica, simplemente con un poco de música y las imágenes de un tipo cruzando, volando casi, sobre un vacío de cuatrocientos y pico metros de altura.

No estoy yo muy seguro de esta película. Diríase que, al igual que Philippe se balancea a medio camino entre las dos esquinas de las torres, y al igual que su gesta se mueve entre lo idiota y lo poético, la cinta se balancea entre lo aburrido y lo sublime, entre lo ridículo y la expresión artística irrepetible. Man on Wire (pero, sobre todo, la historia que nos cuenta) viene a demostrar que el ser humano es capaz de lo más absurdo, de lo más inútil y fútil, y, sin embargo, puede transmitir a los demás una sensación de victoria tan excepcional que conecta con cada uno de nosotros. Lo cierto es que el demente Philippe, heroico y estúpido a partes iguales, nos regala unas estampas maravillosas al filo de la muerte, con algo que nadie más antes o después ha de realizar. Lo que no deja de ser una manera de destacar sobre todas aquellas hormiguitas (como decían en El Tercer Hombre) que le miraban asombrados, allá abajo, mientras él se movía sobre el alambre, tan henchido de gloria que casi, casi, se diría flotando. Casi.

Lo mejor: las escenas finales, cuando el equilibrista realiza su hazaña.
Lo peor: cierto desorden temporal y de personajes (¿quién es quién?). Algunos momentos de forzado disparate.

Lo cierto es que hasta parece fácil...