25/2/11

Oscars 2011

Como la vida misma
Mis noches sin dormir para ver la entrega de los oscars en la televisión terminaron después de que Shakespeare in Love arrebatara injustamente el premio a la mejor película a Salvar al Soldado Ryan, pero recuerdo la noche gloriosa de Mel Gibson y su Braveheart o de Cameron y su bodrio titánico en el 97. La gala, aburrida y pretenciosa, ofrece sin embargo la fascinación de esas cosas que se repiten año tras año, casi sin cambios, además de la oportunidad de ver la faceta semi-pública de algunos de nuestros admiradores directores o actores. Hay quien hace quinielas, quien selecciona los vestidos más acertados (o más horribles), quien disfruta con las caras de desilusión de los nominados que se fuerzan en sonreír pese a la decepción. Yo, como soy todavía más raro, estaba pensando en esta noche de insomnio en cómo se parecen los oscars a la vida real. Iba a hacer una lista, pero me he arrepentido a tiempo. Uf, casi. Es por estas cosas que los médicos recomiendan dormir bien.

Cuando digo que estos premios son como la vida misma pienso sobre todo en qué importante es la publicidad y la producción para las películas ganadoras. Y lo injusto que es muchas veces la selección. El dinero puede con el talento, y, a fin de cuentas, la industria puede con el arte. Leía en el periódico ayer mismo que dos productores acaparan más de 400 nominaciones a lo largo de su carrera. Que se dice pronto. Así las cosas, la pelea se reduce a lo de siempre, a dos o tres compañías que presentan sus productos año tras año, con diferentes caras pero iguales maneras. La mejor campaña de publicidad gana (ejemplos hay a miles), o aquél que tenga los mejores amigos. Más o menos como en los ascensos en la empresa.

Por otra parte, la alfombra roja me sugiere cuán importante es la presencia, cuán grande debe ser la sonrisa. La sonrisa al rival, las alabanzas exageradas incluso (o sobre todo) cuando se pierde, transforman la hipocresía (necesaria) en el término, aún más hipócrita, de espíritu deportivo. Pero qué importante es ser hipócrita en la vida y reír las gracias del jefe y escuchar a los amigos aunque nos cuenten cualquier tontería. En esa especie de ambiente malsano, de nervios controlados (porque el oscar es una especia de lotería que te asegura mejor caché en el futuro) y sonrisas falsas, y de vestidos y trajes deslumbrantes que ocultan juerguistas, drogadictos, egos incontrolables, borrachos, falsos dadivosos, egoístas sin límite y etc., etc. transcurre una gala que nos viene a atrapar, entre otras cosas, o principalmente, por ser como la vida misma. Que la disfrutéis.

 
Pongamos algo bonito, que el texto me ha quedado algo espeso...

2 comentarios:

  1. Pues sí, RAFA V, una gala aburrida y pretenciosa y por partida doble pues los Goya me parecieron demasiado imitadores del estilo de los Oscars. Incluso Buenafuente parece querer emular a Billy Cristal. Lo que estaría bien es un presentador a lo Ricky Gervais repartiendo caña. Borgo.

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  2. Y como en la vida nos convertimos en unos "mirones" llenos de curiosidad por adivinar que hay detrás de esa ojera tan bien maquillada... quién sonrie mejor y quien hace el mejor chiste en la gala..además de esperar que gane "nuestra" peli favorita...y si no es asi criticarles a gusto.:-))

    >Muy buena tu no-crónica de los oscars.

    Saludos :-)

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