14/10/10

Semana de John Wayne (IV)

Palabras Mayores
No quisiera terminar esta semana dedicada a este mito del cine sin repasar Centauros del Desierto. Hace ya más de un año que publiqué este post, que se queda corto mostrando mi admiración ante una de las mejores películas de la historia.


Centauros del Desierto (14/09/10)
John Wayne emprende la búsqueda de su sobrina (¿o es tal vez su hija?), secuestrada por el cortador de cabelleras Cicatriz, y por el camino se cruza con manadas de bisontes, desiertos nevados, el séptimo de caballería en plena carga, locos que son felices con una mecedora, sheriffs pluriempleados como sacerdotes (¿o sería mejor decir curas al servicio de la ley?), peleas en medio de una boda (con ponchera incluída, cómo no), mejicanos comerciantes, una bañera solitaria sin agua corriente, vasos cortos de whiskey, familias de granjeros perdidos en ninguna parte, solteras que aguardan el correo, indios en fila con pinturas de guerra. Todas las películas del Oeste están en Centauros del Desierto (una de las pocas afortunadas traducciones desde el original inglés, "The Searchers"), a lo largo de esa improbable búsqueda fraterna que dura años. Quién sabe qué busca en realidad Ethan, ese malo racista, machista, sin familia ni hogar, que sin embargo es a la vez el héroe. John Wayne llena la pantalla con sus golpes de cadera y su sombrero ladeado, y el resto lo ponen el paisaje y la mirada de John Ford, porque, precisamente el hecho de que en apariencia no exista es lo que nos demuestra que estaba ahí. Cuando tienes buenos actores, una buena historia y un buen escenario, el director debe de desaparecer: hay que dejar la cámara quieta, dejar que los protagonistas hablen; éso sí, también hay que saber el punto exacto hacia el que hay que apuntar. Como un buen tirador. En el que es seguramente el final más famoso de la historia del cine, las puertas se cierran para Ethan. No hay hogar ni descanso para él. También se cierran las puertas a una manera de hacer cine ya extinta, un cine no siempre sencillo, no siempre obvio, con algunos herederos y muchos imitadores. En el cine de John Ford nada sobra y nada falta. En el de ahora, acostumbrados a la nadería, ella abrazaría el abrigo porque sí, como si fuera simplemente un gesto más. Sólo un director genial podría dar sentido a una obra maestra con algo tan sencillo.






Qué barbaridad, qué imágenes. Por cierto, ésta se la dedico a mi Tío Ethan, bloggero de postín.

4 comentarios:

  1. Emocionado estoy. Se podría hablar toda una vida de esta película y quedarse uno corto.
    Hay obras maestras; y luego está "Centauros...".
    Es un largometraje épico, sí, crepuscular, complejo por encontrar la definicicón más sencilla de felicidad: sentarse en el porche en una mecedora.
    El deambular de dos hombres por la vida, con el enorme escenario del Monument Valley, es más que metafórico.
    Los límites del cine son traspasados por Ford, cuando encuadra desde fuera (ya sea dentro de una cueva o en el interior de la casa) no sólo una figura, un héroe solitario, sino su alma errante; incluso el destino.
    Pero también habla del amor. Y lo hace con respeto, de forma sublime, sutil. Una caricia a una capa confederada, miradas, un beso en la frente; y un espía (curiosamente cura) entre los dos para certificar que Dios está de acuerdo con ese amor oculto.

    Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Gracias a tí por este formidable comentario :-)

    ResponderEliminar
  3. Hola amigo me has cautivado ya con jhon Wayne,asi que seguire viendo y leeyendo lo que tienes colgado,ya sin pensarlo me he hecho seguidor tuyo.
    Yo tengo otro blog de cine que si te apetece sera un placer.
    http://adivinaquiencocinaestanoche.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  4. Claro que me apetece, me apunto. Enhorabuena por tu blog, y gracias.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...