9/5/10

La Columna de Corto

Gallup, NM.
En Gallup, New Mexico, se puede visitar el hotel El Rancho, al que se refieren como "the El Rancho Hotel" en el inglés trufado de castellano del suroeste de Estados Unidos. Es un edificio de madera de dos plantas, construido con un estilo a medio caballo entre la arquitectura popular de las cabañas de los pioneros y el kitsch hollywoodiense en cinemascope; lo cual no deja de tener cierto sentido, si uno atiende a la lista de estrellas de cine que pernoctaron en este establecimiento. Hoy es un edificio más, con un aparcamiento medio vacío y un cartel al borde de la acera, iluminado y bastante grande, de unos siete u ocho metros de alto, al final de la calle principal de Gallup, que como muchas otras calles yanquis es en realidad una carretera un poco historiada. Por dentro, el hotel El Rancho ofrece una impresión acogedora, aunque algo sobrecargada, dada la abundancia de objetos de época -un piano, una máquina de discos antiquísima, varias ruedas de carro desgastadas aunque perfectamente restauradas, una escultura de madera que representa un jefe indio- que se acumulan en el zaguán, alrededor de los cuales deambulan los turistas, más numerosos que los clientes del establecimiento. Se puede subir al primer piso y dar una vuelta por la galería abierta al zaguán principal; allí uno se encuentra con una exposición permanente de fotos de los grandes, autografiadas, se supone, con ocasión de su estancia en el hotel. Flynn, Wayne, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Bogart, la Hepburn, una increíblemente hermosa Paulette Godard. Los que hemos perdido (o ganado, no se sabe) muchas horas viendo películas de la época, pisamos las mismas tablas de madera por las que caminaron los grandes y, modestamente, con disimulo para no molestar (porque ni siquiera somos clientes del hotel) y para diferenciarnos del resto de ruidosos visitantes, nos emocionamos.

Pero Gallup es un sitio interesante más allá de su historia cinematográfica. Gallup, en pleno territorio de los Navajos, es la ciudad con la mayor población indígena de esta tribu. Como los nativos americanos no suelen formar parte de la élite económica del país sino más bien lo contrario, se entenderá que Gallup no es precisamente una ciudad muy rica; uno diría que no llegaría a clase media en una hipotética lista de ciudades estadounidenses. En Gallup se encuentran multitud de casas de empeño, tiendas grandes en edificios viejos del centro, donde se acumula un piélago de objetos de lo más variopinto, pero en general más relacionados con lo ornamental que con la vida diaria. Hay brazaletes, colgantes, anillos enormes, en su mayoría de plata con incrustaciones de malaquita, típica (y genuina) artesanía indígena; hay alfombras de lana, sillas de montar, sombreros; hay grandes cantidades de broches de corbata, como los que llevaban los vaqueros en las películas que se rodaban en el desierto cercano; también hay armas de fuego de las de verdad, no de atrezzo. Todos estos objetos son empeñados y desempeñados a lo largo del tiempo, porque las casas de empeño pueden esperar años antes de poner a la venta los artículos, ya que en el fondo su negocio es un negocio de préstamos, no de venta al por menor.

A uno Gallup, New Mexico, con su trasiego de indios empeñando objetos, o sus calles un poco sucias, no le cuadra mucho con el brillante y artificioso mito de Hollywood, y más bien le recuerda películas como Frozen River, donde un puñado de actores, indios y blancos, todos desconocidos, escenifican una historia tan verosímil que parece real, donde los blancos y los indios, igualados en los arrabales de la pobreza, viajan en coches de segunda o tercera mano, viven en caravanas medio ruinosas alejadas del downtown, trapichean, engañan o roban cualquier cosa por algunos dólares; y a ratos uno llega a pensar que los mitos que se alojaban en el hotel El Rancho quizá no mostrasen la verdadera historia, la que posiblemente esté aún por contar, que debe de ser menos redonda, menos heroica o hermosa que la que nos han explicado. En el fondo, Hollywood siempre ha sido igual a sí mismo, y no a la realidad, esa cosa molesta y sucia que hay fuera de las salas de cine.

Y sin embargo, uno no puede evitar acordarse de todas aquellas fotos firmadas, y de los nombres gloriosos (muchos falsos, claro: son nombres artísticos), de nuestros mitos, a los que nunca conocimos y quizá por eso, queremos tanto: Cagney, Cotten, Claude Rains, Ferrer, Jane Fonda, James Stewart,Lee Marvin...

7.5.2010



2 comentarios:

  1. Genial historia, no esperaba menos. Menudo viajecito por la Ruta 66 que te pegaste... Espero que no te moleste que ilustre con unas fotos, y sobre todo, espero haber puesto fotos del hotel correcto ;-)

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  2. Sí, éste es el hotelito. Se me olvidó mandar alguna foto para completar la crónica...

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