Los Mundos de Coraline
Henry Selick es el director de Pesadilla Antes de Navidad, y de la fallida James y el Melocotón Gigante. Tan fallida fue, que ha tardado trece años en volver a dirigir un largo, su obra maestra, esta vez sin la sombra de Tim Burton; pero ayudado, éso sí, por Neil Gaiman, el genial creador del cómic Sandman, auténticas historias de culto del terror para adultos, y de la que yo recuerdo especialmente la de ese hombre que recibe el castigo de soñar, una y otra vez, con su muerte, enlazando -y sintiendo como reales- en su sueño infinito una manera de morir tras otra. Supongo que ese sería el peor infierno posible, antes de que el Papa dijera que no existe, que era broma. A lo que vamos. Coraline es una película formidable, de factura perfecta. Por fin los efectos especiales y la creatividad se acompañan de una buena historia. Atrás quedan las complicaciones de Pixar en sus últimas películas para sacar a flote la buena idea inicial: Coraline es un cuento de hadas como los que nos leían de pequeños nuestros padres en la cama. Ni más ni menos. Y éso le vale para asustar. En ese mundo alternativo, incluso las imágenes que deberían ser placenteras son desasosegantes, perturbadoras en su sencillez. Nada más simple que sustituir los ojos por botones, como en una muñeca de trapo. Gaiman sabe bien que la única manera de disfrutar de una realidad perfectamente feliz es prescindir de los sentidos, de ahí esa ceguera, esa expresión en la cara que es a la vez infantil y horrible. Coraline escarba en nuestros miedos más profundos, en los de cuando teníamos cuatro años, pero lo hace sin que nos demos cuenta: el miedo a la pérdida de los padres sobre todo, pero también a esa puerta que se abre para nosotros al final del pasillo, y a esos lobos con piel de cordero, ratones de circo que son ratas, amables ancianitas que son monstruos, perros que son vampiros. Hay muchas semejanzas con la Alicia de Carroll, demasiadas tal vez, y también a los cuentos clásicos; pero éso no importa: importan, como siempre, el ritmo, las imágenes, el arte de la cinta en fin. Coraline deja un poso de miedo allí donde duermen nuestras pesadillas, y a la vez se disfruta, con unos personajes memorables, y esos dobles de botones en vez de ojos, una imagen difícil de olvidar. Ojalá hubiera más películas como ésta. Imprescindible.
Qué raro, esta vez coincidimos... ¿he de hacérmelo mirar?
ResponderEliminarcoraline, una película extraordinaria. Para mí mejor que "pesadilla antes de navidad". Y la iconografía, fantástica.